Boris Ordoñez nos presenta una instalación en este sitio especifico denominada: Antes de la muerte, después de la vida y cuyo eje composicional se encuentre auscultado por la pared que divide a dos espacios, esta pared media configura dos universos que sin conocerse el uno del otro, sin siquiera saber de su existencia el uno del otro, dado que la pared como elemento limítrofe solido prohibe esa mezcla, a pesar de ello decimos, los dos espacios subsisten en un equilibrio perfecto en donde el uno depende del otro, como las fuerzas gravitacionales en cuya eterna tension brota eso que llamamos vida. 

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El juego dialecto emprendido entre estos mundos que configuran el gran uiverso, esta alineado por grandes telas que atraviesan cada uno de los muneos, de tal forma que, en el primer espacio, las telas flotan en una organización amónica, pacífica y relajada, mientras en el contiguo los elementos se tornan tempestuosas, el caos asume su propio orden y lo que vemos, sin lugar a duda, es el predominio del desconcierto en donde la anarquía asume el protagonismo y lo que podemos mirar es lo turbulento de un espacio sometido a la incoherencia como transparencia del precepto del YO interior de esa esfera. 

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Pero todo ello de lo que hablamos, no es más que el escenario en donde se desenvuelve el verdadero trabajo conceptual del artista, no es mas que ese paisaje argumentativo y contextual el cual a manera de atmósfera predetermina esa singular forma de arrogarse la tarea intelectual que confluye en comprende el concepto de desplazamiento como el sumario fundamental de su trabajo.