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WASHINGTON GUAYASAMIN

Devenir-simio

El ejercicio de quiebre en el trabajo de Washington Guayasamín

 

Cuando niño siempre me inquietaron esos posters de perros que comúnmente colgaban de las paredes de los antros y cantinas más tradicionales, eran sin duda perros que jugaban villa, o en general hacían actividades propias del ser humano como fumar, tomar licor, vagar, etc. Por ello, constantemente me quedó la duda de que, si existiese un universo paralelo, y en ese universo los animales tomarían la actitud del ser humano.

Dos cosas hoy en día me dan la razón, la primera es la muy famosa teoría sobre los universos paralelos que gracias al desarrollo de la física cuántica logro entrever desde la ciencia ficción al debate científico que en esta supuesta realidad puede darse al menos en hipótesis, gracias en gran parte a la teoría de las cuerdas, a la teoría M, a la de las supercuerdas, y claro a la teoría Kaluza-Klein, que nos llevan a comprender la existencia de varios universos que conforman un multiverso.

Pero lo que me interesa aun más es la posibilidad que adquiere en esa creación de nuevos mundos ficcionales que parten desde el arte y que desde luego nacen de una realidad dada para constituirse en mundos creativos pero que de algún modo retornan a dicha realidad, muchos de ellos para criticarla, modificarla o simplemente para generar fisuras en el mundo monótono de la razón.

Probablemente este es el motivo por el cual todo el trabajo de Washington Guayasamín intriga tanto al espectador, el mismo instante que el artista reemplaza a los simios por los humanos, con ese pequeño y sutil gesto nos hace ver lo desequilibrados que podemos llegar a vernos a simple vista, estrategia muy interesante que en el cine, en el interior de lo que podríamos considerar una joya del cine contemporáneo que se encuentra en el mega proyecto anti hollywoodense liderado por Lars Von Trier denominado Dogma 95, el mismo que formula una serie de normas del orden de las vanguardias artísticas, Lars Von Trier fue la voz primordial de este movimiento y fue con su película Los idiotas (1998) que salió a promulgar esta ideología rupturista. Los idiotas ataca por todos lados: sus recursos técnicos y su temática buscan incomodar no solo al espectador sino también a quienes profesan la prolijidad como una forma estética de narración. La película muestra a un grupo de personas que disfrutan de hacerse pasar por deficientes mentales y exponer un experimento social que saca de sí los aspectos más bestiales de nuestras emociones, sin dejar atrás una mirada sumamente política.

 

Tanto Von Trier como Guayasamin generan esa utopía de lo cotidiano en el cual los personajes fingen madurez y comportamientos típicos para poder calzar en una sociedad aberrante, pero que simplemente se transforman en una vitrina que transparenta la idiotez del comportamiento humano.

Visto así, el trabajo de sustitución y remplazo del hombre por el chimpancé como sinónimo de salvaje, eclosiona de manera efectiva ese agente critico (muy peculiar del buen arte) y que en el caso específico de la obra en cuestión, por medio del recurso sarcástico, aglutina una serie de momentos cotidianos los mismos que al ser conjugados bajo el dispositivo lúdico del remplazo carcomen las estructuras de la razón para elevar (dos rayitas) el contenido político, lo que sin lugar a dudas, dota ese elemento gnoseológico-burlesque a un trabajo que de no ser así, contemplaríamos elementos propios de un retrato común del realismo pre-vanguardista, cuyo eje prioritario consistía en retratar la cotidianeidad del de a pie en su sentido más real y menos impostado, tal cual lo hace Dogma en el cine.

Por lo dicho, así como el papel de los idiotas en la película, nos permite cuestionarnos quien mismo es el idiota en una sociedad idiotizada, en Guayasamin la sustitución del mono por el humano nos permite saber quién mismo es el salvaje, de tal forma que el dispositivo de sustitución es la constante estética en casi todo su trabajo el mismo que en estas últimas obras, va tomando un giro insospechado hacia la gallina como nueva figura protagonista digna de ser representada.  

Mucho más allá́ de la lectura obligatoria de primera vista que nos hace ligar estos monos con las teorías darwinianas de la evolución, lo que se logra en Guayasamín es articular un andamiaje temático que en cada una de sus obras pone en cuestión los dispositivos que usamos en el trato con el otro en una suerte de “devenir animal”, en donde el hombre deviene mono tal como Willard el personaje de la película que narra Deleuze y Guattari el cual deviene rata.

De lo que se trata en el devenir animal, de estos simios-humanos, es de una afinidad más que de mimesis o simbiosis; hablamos de un contagio, una epidemia o más apropiadamente un “agenciamiento”, tal como lo describen los filósofos en el famoso libro “Mil Mesetas”.

Finalmente, de lo que se trataría es de develar una nueva forma de pensamiento que va más allá́ del pensamiento estático, así́ como de quebrantar un formato para articular un pensamiento nómada, rizomático, de formas dinámicas que se producen una vez que el uno deviene en el otro.

Hernán Pacurucu C.

CURADOR DE OFF ARTE CONTEMPORANEO

CURADOR DE BIENAL NOMADE

DIRECTOR ACADÉMICO

 DEL CONGRESO INTERNACIONAL DE TEORÍA,

 FILOSOFÍA, Y CRÍTICA DEL ARTE CONTEMPORÁNEO

OBRAS:

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